Libertad?

Frente al problema moral el hombre se pregunta ¿qué hacer?, ¿cómo actuar?, ¿cuáles serán los resultados y las consecuencias del acto moral? Se tiene qué elegir entre distintas formas de solución, elección que por sí sola no significa libertad; libertad es un término que se esfuma, según el determinismo, en la idea del hombre como ser social —enseñado a conducirse, presionado por el grupo para actuar de tal o cual manera, etc.—. Desde este punto de vista, la libertad parecería una ilusión, una fantasía, donde la naturaleza social del hombre lo obligaría a actuar de cierta manera. Para oponerse a esta posición determinista, el individuo tendría que renunciar a su mundo social que lo coacciona y limita.

Llegar a este punto es encontrarse en un callejón sin salida, donde se niega la esencia propia del hombre. ¿Cómo entonces se puede seguir siendo lo que se es y al mismo tiempo poder actuar libremente?

 

¿Generando nuestras propias adecuaciones morales?

Las adecuaciones morales son una negación de la libertad y la naturaleza del individuo manipulándolo al desconocer las leyes sociales, llegando incluso a construir un mundo propio bajo su exclusiva definición de hombre. Las adecuaciones morales son, en una palabra, el polo opuesto de la exaltación excesiva de la libertad.

La libertad no puede darse desconociendo dos factores que funcionan sólo en el ámbito social: obligación y responsabilidad.

La libertad con que se obra no es ajena a la conciencia moral ni a la sensibilidad.

No debe confundirse libertad con autonomía, el hacerlo acarrea confusión al grado de tildar de utópica la posibilidad de cualquier ley objetiva.

La libertad autónoma se contrapone al determinismo y a toda otra limitación, la búsqueda de una libertad irrestricta es utópica, es el resultado de la negación de toda ley objetiva, y sin ley la consecuencia obvia es el caos, por lo que no podría hablarse de moralidad o ésta se reduciría a describir fenómenos.

Libertad no es una facultad, es una posibilidad de la voluntad al actuar dentro de su esfera de restricciones oponiéndose a éstas si tales restricciones son contrarias a los valores, a la conciencia, o a los fines propuestos por el individuo.

La acción libre aviva y restablece el status moral y racional del hombre, impidiendo la dependencia causal que lo aniquila como individuo, de esta manera hay un rescate del hombre como ser moral por encima del mundo físico, afirmándose el individuo como responsable moral. La falta de decisión para ejercer una voluntad libre y responsable limita el desarrollo de la personalidad. Una decisión libre es racional, consciente, nunca ajena a la sensibilidad, en una palabra, todas las facultades del individuo concursan al momento de la libre elección.

La ley moral le roba al hombre la libertad cuando su dictado idealista sobrepasa y desconoce a la realidad humana. También se anula su libertad cuando la ley se convierte en un legalismo, es decir, la ley se vuelve un fin en sí misma, enalteciéndose y glorificándose, supeditando al hombre a su cumplimiento ultradisciplinado y minucioso; el legalismo rebaja a la ley a un mero formalismo, ignorando que el espíritu de la ley moral ha de ir de la mano con el conocimiento de la naturaleza moral del ser humano. Por lo cual la ley —al ser cumplida según esta última intención-produce en el individuo un encuentro con la conciencia moral, con la razón, con la voluntad y la sensibilidad; en una palabra, pone al hombre frente a la integridad moral que le es exigida para crecer y fortalecerse moralmente.

Fuera de esto la ley carece de fundamento y se pervierte en el puro legalismo, contrario a la libertad —vocación del hombre— y contrario a su dignidad.

La legalidad es acomodaticia, las situaciones dictan las necesidades y no la realidad humana, por eso el legalismo es frío y deshumanizante y puede incluso obrar en favor de la injusticia.

Se habla de responsabilidad moral cuando se tiene conciencia del bien y se es capaz de ir libremente en pos de él; hasta entonces se entiende también el sentido de la obligatoriedad, que constriñe al hombre a cumplir con el deber.

El conocimiento moral produce responsabilidad, al igual que lo hace la ley moral, y ambas conducen al hombre al conocimiento de su propia naturaleza; la responsabilidad moral tiene en primera instancia qué ver con la condición del hombre como un ser libre. La responsabilidad moral le hace al individuo elegir lo que debe elegir para salvaguardar su dignidad y su valor. La responsabilidad moral no se restringe solamente al plano de lo individual, pues dado que el hombre es un ser social su responsabilidad y su idea del bien moral comprenden ambos aspectos, irremisiblemente unidos.

La obligación moral y la libertad no se contraponen, guardan entre sí un armonioso equilibrio en el que media la voluntad del individuo y la conciencia del bien moral. Si la voluntad o la conciencia se apartaran, la obligación se convertiría en una pesada carga y la libertad sería una utopía.

El individuo constantemente se enfrenta a disyuntivas de índole moral: elegir lo que sabe o siente que es el bien, o no elegirlo; él se plantea a diario preguntas en torno a las decisiones que debe tomar, y en cómo hacer la elección correcta; la respuesta a tales interrogantes tiene que ver con factores internos como, por ejemplo, su conocimiento de la ley moral, su convicción acerca del deber, etc., así como también tiene que ver con factores externos como la influencia del medio ambiente, las condiciones sociales, etc…

La norma moral ha de reflejar el verdadero bien del hombre y no un ideal social ajeno al ser humano, utópico, que abrume al individuo hasta sofocarlo en el anonimato sacrificando su libertad personal.

El bien común no es ajeno al bien individual; en la medida en que la ley moral refleje esto, el cumplimiento de tal ley producirá libertad. En la medida en que el individuo trate a sus semejantes como seres humanos, la igualdad social será posible y la comunidad como organismo tendrá sentido. No se trata de una normatividad que asegure la equitativa repartición de sólo bienes materiales, sino de normas que garanticen en lo posible una igualdad en las relaciones salvaguardando la personalidad individual dentro del marco de su realidad social.

Libertad y liberación no son lo mismo; en la libertad, el ser humano hace de sus actos el cumplimiento de su individualidad, mientras que la liberación es la idea de una salvación dentro del determinismo histórico-social; la liberación es una emancipación subordinada a las condiciones que rodean al individuo. Las acciones libres son eso, acciones y no simples reacciones.

Fuente: Ética de la profesión Barumen